viernes, 10 de febrero de 2017

Eso que llaman destino....

Mi Cruz y yo vivimos en un afterwork constante. Un día, al llegar a casa después de trabajar, nos dimos cuenta que un vaso de vino ( o dos) nos convertía en seres mucho más simpáticos y comunicativos, y eso para humanos a los que la naturaleza no ha tenido a bien dotarles de habilidades sociales supone un descubrimiento a la altura de la penicilina.Y si este hallazgo no es suficiente nos vinimos arriba y adoptamos uno de los compromisos más serios que una pareja pueda tener; darse de alta en Netflix ( del que,todo sea dicho, estamos total y absolutamente enamorados). Así pues, mientras sorteamos la delgada linea que separa el buen beber y el alcoholismo , disfrutamos de tardes relajadas,amenas y algo borrosas.

Ayer, después de varios meses viendo capítulos de Big Bag Theory en bucle," EL mismo" decidió unilateralmente ( el vino además de simpático pone al chico en modo organizativo...en fin) que podríamos ver una película para variar . Passenger era la escogida y "YO misma" fanática acérrima de los dramas costumbristas españoles me preparé para ver una versión moderna de la Enterprise con sus efectos especiales, sus viajes interespaciales y esas cosas que tanto gustan a los yankis y tanta pereza me produce ( vale, a mi el vino me vuelve  poco discutidora y conformista).

La sorpresa vino a los cinco minutos de estar en la nave intergaláctica y un Star-Lord de muy buen ver se despierta de su hibernación 90 años antes de llegar a su destino.Y así ,como un Robinson Crusoe en versión sexy, se encuentra solo junto a 5000 pasajeros a los que puede sacar del letargo obligandolos a una vida con fecha de caducidad y no escogida o bien afrontar el resto de su existencia en soledad.

En este punto miré a Mi Cruz y el que es muy de leerme la mente para ahorrarse mis rodeos etílicos, sentenció: solo, me quedaría solo,no podría el destino de nadie en mis manos, y tu? ....y yo , pues...yo no soy tan buena persona , soy egoísta y dependiente así que jugaría a ser Dios y despertaría a quien creyera que podría ser el segundo pasajero perfecto aunque eso supusiera cargar con la culpa de haber truncado la vida que le esperaba después de su letargo.

El resto de la película es una sucesión de espadas de Damocles en los que la elección de destino pende sobre los protagonistas haciendo que te plantees si realmente somos dueños de nuestros actos, si las relaciones funcionan porque las mimamos y las trabajamos, si la estabilidad emocional llega a través de nuestra experiencia de vida o simplemente hay un ente superior o un libro escrito en alguna parte que ha decidido por nosotros y hagamos lo que hagamos la suerte esta echada.

Quizás Mi Cruz tiene razón y nadie puede ser dueño del destino de nadie , que para eso se invento el libre albedrío pero también quiero pensar que los humanos tenemos la obligación de demostrar que ese destino es moldeable,que somos capaces de darle la vuelta si no sale como esperabamos, que podemos hacer de el un lugar bonito, sea en una nave espacial durante 90 años o en un afterwork constante , porque nadie es el destino de nadie pero si que puede ser el segundo pasajero perfecto.

Y asi, sin más destino que un vaso de vino ( o dos) al llegar a casa , una buena peli en Netflix y un segundo pasajero perfecto la vida es ,cuanto menos, divertida.