Bajé del coche y seguías como siempre ,como la última vez que vine a verte. A mi derecha un chiringuito de cuatro troncos y una caseta de madera ,con su música anacrónica,sus desayunos ,sus aperitivos,sus cenas,los olores mezclados,sus sillas incómodas y sus farolillos aguardando el atardecer. A mi izquierda una cala diminuta llena de piedras y dos barcas saturadas de salitre y óxido ,meciéndose con la candencia del mar en calma. Y al frente, inmensa, la casa blanca del genio, el mundo onírico creado desde la locura más cuerda jamás vista, el hogar devoto de los soñadores,de los creyentes,de los ilusorios.
Yo quería tomar mi cerveza de a poquito, saborear en cada trago frío un sorbo de ti, sentirte más dentro, engullirte. Pero mi acompañante tenía prisa por entrar a la casa blanca. Quería que le contara la historia de los grillos domesticados en pequeñas jaulas, la de los primeros amaneceres de la península vistos por un ventanuco estrecho, la de la habitación insonorizada como remedio para las malas jaquecas...quería fotografiar las paredes de cal blanca, las escaleras angostas,la cueva de techo acristalado,las puertas preñadas de genista. Y yo...yo solo quería hacerlo feliz,porque en aquellos días lo único que importaba era esa felicidad, la del descubrimiento,la de quererse a manos llenas,la de buscar lugares donde perderse.
En algún momento de la visita deshice mis pasos y me escondí en nuestro lugar,ese que tú y yo solo sabemos, en el que hacía muchos años, cuando aún yo no era más que una niña y tú ya un maravilloso tesoro ,nos enamoramos. Y allí, con lo pies encogidos sobre el pecho , me recordé tomando un café infecto en el hotel antiguo , acostada en una de tus rocas a la espera de turno de turista, fotografiando al gato panzón que dormitaba a la puerta de la casa masovera, tocando las redes rotas y las bollas agujereadas de los pescadores...me recordé alegre, feliz, más yo que nunca,más mía que siempre . Me saco del sueño las risas de mi acompañante , que una vez más mientras me recriminaba divertido mi capacidad innata de abstracción me informaba que debíamos seguir el viaje, que aún quedaba mucho por ver.
De vuelta al coche, sabiendo que esta vez tu visita había sido diferente ,que las venideras llevarían el gusto amargo que dejan las pérdidas ,me vino a la cabeza la estrofa de una de las canciones de mi vida :" y si un día para mí mal viene a buscarme la parca ,empujad al mar mi barca y enterrarme sin duelo entre la playa y el cielo". Porque tú, sin ningún tipo de dudas, eres mi lugar en el mundo...ese al que siempre,vaya donde vaya,me acompañe quien me acompañe, quiero volver.