lunes, 15 de septiembre de 2014

Las cosas del querer...

Leía esta mañana con el segundo café , un artículo de Risto Mejide donde , con una prosa áspera e hiriente, diseccionaba ese tema tan recurrente entre los humanos como es la cosa esa del querer. Ya en el título de su declaración de intenciones nos avisaba que no estaba por la labor de ensalzar las prácticas amatorias con las que convivimos ,que no andaba de acuerdo con lo que sus ojos, tras los cristales opacos de sus gafas, veían a diario, que no... Que básicamente nos queremos poco y mal.

Tras releer el artículo de marras, está vez acompañado de la ensalada del mediodía , me he acordado de una conversación que tuve no hace mucho sobre el quererse . Mi persona favorita llama , a lo que Mejide quererse mal, quererse " normal" . Así , de primeras y sin explicación , me quede igual que sí me hubieran dicho que en Londres llueve a menudo, pero " el mismo " que lee a Punset ( si... Lo se, es raro... Pero lo compensa haciéndome reír ) y ha desarrollado la misma forma pedagógica de desarrollar teorías que el señor del pan Bimbo , me ilumino con la diferencia del querer y el querer "normal".

Queremos "normal" a las personas que al tocarnos ni frío ni calor, que si están bien y sino también, sombras grises sin forma ni textura que pasan por nuestra vida sin más . Las queremos, si, pero no tatúan nuestra piel ni sentimos admiración por ellas. Vienen de la misma manera que un día se irán y en el camino nos acostumbramos a ellas como nos acostumbramos a ponernos medias cuando llega el invierno y a destaparnos cuando el verano nos visita. Y en esa costumbre que nos chulea caricias, nos niega besos o nos raciona las risas vivimos el amor , el querer o eso que nos han dicho que se llama así .

Leído el "mal querer" de Mejide y escuchado el "querer normal" de MPF me he puesto a pensar , poco porque no me sienta muy bien, y he llegado a la conclusión que ni quiero querer ni que me quieran normal y mal. Que a mi me gusta que me miren con admiración , me  derriten los abrazos por sorpresa , de esos que duelen en las costillas, hablar de todo y de nada , alargando la tarde hasta convertirla en noche y ver amanecer mientras retuerzo palabras de amor, me pone besar hasta amoratar los labios y dejar que la mandíbula se desencaje de tanto reír... Mimar, cuidar, proteger, desear ... Cualquier verbo que implique compartir .

Quiero querer y que me quieran sin tener pantallas de por medio, sin tener que justificar la euforia , ni la alegría , ni la felicidad , sin galerías ni postureos, sin espectadores ni jueces... Quiero querer y que me quieran a manos llenas y corazón abierto.

Así que , aprovechando que con la llegada de la etapa escolar renovamos los buenos propósitos para lo poco que nos queda de año , mi objetivo no va a ser ni volver al gym ni dejar de fumar . Va a ser ,con el permiso de Mejide , querer y ser querida mucho, bien y de manera Anormal.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Ni de blanco, ni por la iglesia...

Tengo que reconocer que a mi las bodas me gustan y mucho. Creo que son la mejor excusa para hacer todas aquellas cosas que no hacemos por no padecer el temido sentimiento de culpa que las acompaña... Por ejemplo , si en tu buzón encuentras un sobre de color marfil que presagia una buena boda ,ese vestido que descubriste en una pequeña tienda del gótico ,lleno de capas de tules , color verde musgo y cinturón fucsia que tan bien combinaría con unos stilletos de charol ,ya estaría colgado en el armario sin preocuparte de lo que marcaba la etiqueta ... El sustituir ir a la pelu a teñirte a la hora de la comida por un sábado en el que te pondrán mascarilla para el pelo, te harán manicura y pedicura, maquillaje de ese que aunque lleves dos capas de pintura se te ve totalmente natural...y como olvidarse de la barra libre desde el comienzo hasta el fin del evento, no preocuparte de donde has dejado el vodkatonic al volver del baño, te pides otro y punto .... Lo dicho, estar invitada a una boda tiene muchos beneficios.

La cuestión  es que yo misma que soy de ver los toros desde la barrera o lo que sería en este caso vivir el evento desde la mesa de invitados , esta mañana he tenido una revelación . Andaba esperando a que el señor quiosquero me cobrara el Vogue de este mes cuando me he dado de bruces con la portada de la revista Hola. En ella una , como siempre , expectacular Angelina Jolie posaba el día de su boda ,con el no menos expectacular Brad Pitt , ataviada con un vestido blanco de Versace y un velo largo de tul estampado con dibujos diseñados por sus seis hijos.... Así , tal cual, porque ella lo vale. Y ha sido en ese punto donde me he dado cuenta que mi animadversión por pasar por el altar nada tiene que ver con el compromiso que conlleva dar ese paso, sino por tener el "concepto" equivocado.

Brangelina han celebrado su enlace en un castillo de la campiña francesa, con sólo veinte invitados y con un velo de novia lleno de dibujos infantiles. Ni grandes familias, ni limusinas , ni valses nupciales... Han vivido la boda que habían soñado , no la que mandan los cánones de los bodorrios ( si es que existen, que no lo se ) .

Así que , una vez pagado el Vogue, y de camino a la oficina he decidido que el día de mi boda ( si llega claro... No vayamos ahora a leer entre líneas que anda mi padre delicado del corazón ) quiero llegar a la ceremonia en moto , abrazada a mi contrario aunque el casco me desbarate el moño, mirar a mi alrededor y ver únicamente los rostros sonrientes de los humanos que me soportan a diario, la banda sonora de pulp fiction de fondo mientras nos hartamos a comer y beber, una tarta nupcial de moras y un photocall con bigotes, chisteras y narices de payaso... Quiero reírme hasta que me duela, ser tan feliz que no me quepa en el pecho, divertirme hasta decir basta.

En definitiva, quiero que mi boda sea mía , porque aunque yo no sea Angelina Jolie también lo valgo!

lunes, 1 de septiembre de 2014

Maduramente adolescente...

Mi persona favorita y una misma tenemos la mala ( o buena , según se mire) costumbre de perdernos con una facilidad pasmosa. La cuestión es que no sólo no somos capaces de llegar de A a B sin haber dado veinte vueltas en el intento, sino que tendemos a divagar también mentalmente, lo que hace que cualquier conversación , a simple vista banal, se puede convertir en un decálogo de teorías metafísicas .

Hace un par de noches nuestros pasos nos llevaron a una tasca del Gótico . El local era de una belleza surrealista; convivían botellas de sidra con un peluche vestido con los colores del Sant Patrick Day, un radiocasete ochentero bramando " hola mi amor" se arrejuntaba a un móvil pre smartphone y como broche final  un camarero de edad indefinida, palillo de diente en oreja y una gracia que sólo sí regentas una tasca en pleno Gótico puedes permitirte.

Fue amor a primera vista, sólo poner un pie en ese suelo de tarima curtida a culos de sidra y colillas supe que me había enamorado de ese lugar . Mire fijamente a mi persona favorita buscando en sus ojos la misma fascinación que  yo había sentido a lo que el contesto con una sonora carcajada...el conocía la tasca y me conoce a mi, simplemente jugo a Celestino ,concediendome ,como sólo el sabe hacer, el capricho de sentirme especial.

Las horas discurrieron entre sidras mal tiradas y tapas de chorizo y queso, chupitos de leche de pantera y canela y ,como no podía ser de otra manera ,divagaciones que acabaron en toda una declaración de intenciones.

Mientras la tormenta de una noche de agosto limpiaba el aire denso de la ciudad nos dimos cuenta que ,aunque el espejo, las obligaciones diarias, las agendas cuadradas, la educación de vástagos propios y ajenos, los números rojos de final de mes o las canas que se empeñan en recordarnos la edad, en algún recodo de nuestro corazón sobrevive ese adolescente que se entusiasmaba perdiendose entre calles de barrios antiguos , enamorándose de tascas de belleza surrealistas, viviendo la vida desde la risa, desde la sorpresa, desde la ingenuidad. Y porque ese adolescente inocente y entusiasta nos había proporcionado los mejores momentos que conserva nuestra memoria, merecía darle un lugar privilegiado en nuestras vidas. 

Y así , entre divagaciones y alcohol , dejamos de sentirnos culpables por querer comernos la vida a bocados, desterrando de un puntapié los convencionalismos y rutinas varias, asumiendo con una gran sonrisa nuestra condición de adolescentes maduros . Simplemente vivir desde la coherencia de saber quien eres , de que eres feliz siéndolo y lo más importante , que quien te acompaña de la mano se siente profundamente orgulloso de perderse contigo.