Como cualquier invento que venga de los japoneses , así , a simple vista, suena perfecto. Mas tarde o mas temprano encuentras el otro extremo de tu hilo rojo y ya, sin más , tu vida sentimental resuelta. Pero claro, si esta teoria la llevamos al plano real , con los pies en la tierra , la cosa se complica y mucho.
Para empezar, quien me garantiza a mi que el contrario al que yo escojo como mi hilo rojo piensa lo mismo a la inversa? Porque me puedo pasar media vida llorando por las esquinas , poniéndole velas a todos los santos para que el contrario de marras se fije en mi y el mientras o esta por uvas o bastante tiene con encontrar su particular hilo. Y después, si las dos personas deciden que vale, que si , que están conectados por el dichoso hilo, han de ser felices y comer perdices aunque pasado el tiempo no soporten ni mirarse a la cara? A lo mejor es que este invento japonés es algo mas metafísico y se rige por unas normas que los simples mortales no llegamos a entender, tipo destino, ese al que utilizamos como comodín para tranquilizarnos cuando no tenemos explicación .
El caso es que como leyenda es preciosa, como cualquier cuento de esos de buenas noches pero , en la vida , las leyendas no tienen cabida ni sentido. Las relaciones empiezan y acaban, los amores vienen y van , las pasiones nacen y mueren ... Así de simple , sin vueltas de tuerca, sin metafísica japonesa .
Aun así , si levantamos los pies un palmo del suelo y nos permitimos soñar , dejaremos que el destino teja nuestro hilo rojo y nos una a nuestro contrario para los restos .
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