Desde aquel día tengo debilidad por ese mineral de diferentes formas y colores. Me gusta coleccionarlas, guardarlas en botes de cristal, llevar alguna en el bolso para que me de suerte en los días complicados.....las recojo en la orilla de mar, en los lados de un camino de montaña, en los parques. Las toco, las limpio de arena y barro, observo su forma, acaricio sus imperfecciones, les invento historias...
Porque lo más fascinante de las piedras, de sus cantos rodados, de su textura suave es su longevidad , su capacidad para perpetuarse , para sobrevivir a tormentas, frío o calor. Su fortaleza radica en eso, en permanecer impasible ante los agentes externos...se debilitan, se erosionan, se rozan, pero nunca se extinguen, siguen en su orilla del mar, en su lado del camino o en su parque, esperando que alguien, seguramente con un punto friki, las recoja para guardarlas en tarros de cristal.
Mis piedras, esas que he ido coleccionando desde el día en que la memoria histórica me partió el corazón en dos, me recuerdan que todos somos fuertes, que el género humano también es capaz de debilitar se, erosionarse y hasta rozarse..pero que también es capaz de perpetuarse, de sobrevivir a tormentas, frío y calor.
En definitiva, que cuando las cosas vienen mal dadas o la tristeza inunda a ratos el corazón , mirar,acariciar o simplemente recoger una piedra, nos recuerda lo fuerte que podemos llegar a ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario