martes, 14 de enero de 2014

Llámame incoherente .

Tenemos los humanos la mala costumbre  de catalogar las palabras sin tener en cuenta el contexto o la situación que las rodea. Me explico; el adjetivo egoísta siempre tiene tintes negativos cuando preocuparse de uno mismo, anteponer los deseos propios a los ajenos es un ejercicio totalmente sano y recomendable . Por el contrario la " sinceridad" esta considerada como una gran virtud y , personalmente, soy de la opinión que escudandonos en esta supuesta " sinceridad" somos capaces de rayar la crueldad.

Algo así pasa con la incoherencia y los principios, la primera no gusta y la segunda es digna de admiración . En mi proceso de crecimiento ( que ya me va tocando) me he dado cuenta que yo soy la incoherencia personificada... La banda sonor de mi vida está escrita por Sabina pero me pone muchísimo Nevermind de Nirvana y cuando mi "yo" interno se vuelve demasiado intenso una buena dosis de superficialidad de las Nancys Rubias me devuelve la sonrisa de golpe. No conecto con los animales pero no podría vivir sin el gato negro y gordo que duerme cada noche a los pies de mi cama... Nunca he desarrollado el instinto maternal pero mi compañero de vida es , sin lugar a dudas, lo mejor que he hecho en la vida.

Por estos motivos y por mil más defiendo a capa y espada la incoherencia, porque es síntoma de desarrollo , de cambio, de ensayo y error. Porque maduramos a hostias, esas mismas hostias que nos hacen reflexionar y decir Diego donde antes dijimos Digo. 

Incoherencias que hacen que nuestros principios se tambaleen y se cuestionen, que nos hagan preguntarnos si estamos en lo cierto o andamos herrados.... Incoherencias , al fin y al cabo, que nos hacen ser personas. Y los principios ... Pues como diría el gran filósofo Groucho Marx : si no le gustan estos, no se preocupe, tengo más .

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